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domingo, 26 de junio de 2011

Cuatro libros de Toros

Estos últimos meses han sido pródigos en novedades literarias taurinas. Quiero dejar aquí constancia de cuatro que, por diversas razones, me parecen de interés para los aficionados.

La primera es “Por qué Morante”, de Paco Aguado, publicada en la Editorial “1 más uno” del polifacético, imprevisible y genial Andrés Sánchez Magro. Paco Aguado es uno de los críticos taurinos más lúcidos de estos tiempos, uno de los que habla con más ecuanimidad de lo que sucede en el mundo del toro y uno de los que mejor conoce ese hilo del toreo al que se refería Alameda y que tan necesario es para entender las múltiples veredas que confluyen en cada torero. Con todo eso, con una prosa brillante y un conocimiento nada desdeñable de Sevilla, de Triana y del flamenco, Paco Aguado reflexiona con agudeza sobre el torero de La Puebla, desentraña claves de su toreo, lo situa en las tradiciones de ambas riveras del Guadalquivir,… El libro, con una edición cuidadísima, incluye además fotos impagables del torero, en la plaza, en el campo y en la vida. Un libro para disfrutar y para aprender de toros. Sólo falta, por pedir algo, que Morante se lo crea y nos brinde esta temporada alguna de las tardes que justifican su misterio y libros como éste. En El Puerto de Santa María puede ser.

Siguiendo con libros de toreros, “Recuerdos de un torero”, de Andrés Luque Gago en la Editorial La Isla de Siltolá, es otro libro imprescindible (del que ya dio noticia José María hace unas semanas). Un libro de otra época, para un torero de otros tiempos. Y aquí, la referencia al pasado es una referencia nostálgica a la pureza y a los valores. Luque Gago fue primero novillero y luego torero de plata con los mejores: Curro Girón, Dominguín, Antonio Ordóñez, Paquirri, Paula, Manolo Vázquez,… La nómina de figuras abruma tanto como su sencillez a la hora de explicar cómo era el toreo en aquellos años, cómo se forjaba una figura, cómo estaban en el ruedo y fuera de él. El libro es un testimonio genial de alguien que también lo es: porque un torero de aquellos (de oro o de plata) lo eran y lo son hasta sus últimos días. Y lo son fuera y dentro de la plaza. Una lección de hombría, de torería y de saber estar. Por lo que cuenta y por lo que calla. Un libro que debería servir de enseñanza para volver a las raices, desde las cuales preocupaciones mundanas como muchas de las que hoy tiene el toreo no tendrían cabida.

En otra línea muy diferente se sitúa “Toros sí. Una defensa razonada”, el libro publicado en Temas de Hoy con el que Salvador Boix ganó el premio de ensayo “De hoy 2011”. Salvador Boix, antes que apoderado de José Tomás fue, entre otras cosas, crítico y ensayista. De aquellos años le recordamos libros como “Por los adentros. Viaje al mundo de los toros”, publicado por Espasa y escrito junto a su hermano Jaume, o su colaboración en el libro colectivo, también de Espasa, “Reflexiones sobre José Tomás”. El libro “Toros sí” es un libro-testimonio que explica de manera detallada la confluencia de factores que ha llevado a la prohibición catalana y que realiza, como reza su subtítulo, una defensa razonada de la Fiesta. El libro tiene varias partes, desde esa primera en la que explica la prohibición catalana (“El derecho a existir”), hasta unas abigarradas “Cavilaciones tauromáquicas”, en las que con un lenguaje propio de otras calendas, un personaje de ficción, Mariano Villegas, ofrece su visión sobre los valores que encierra lo taurino. Se incluyen también diversos Anexos como la comparecencia del autor ante el Parlamento catalán con ocasión de la tramitación de la ILP que acabó prohibiendo los toros en Cataluña, una carta abierta al alcalde Barcelona Joan Clos publicada en 2004 cuando el consistorio barcelonés declaró antitaurina a la ciudad condal, un Manifiesto por la libertad hecho público en diciembre de 2010, una cronología de los hechos que acabaron con la prohibición de la tauromaquia y que nos retrotrae a 1988, “Yo señalo”, texto en el que pone nombres a quien han ido poniendo las piedras que han acabado con la Fiesta en Cataluña (Balañá´s incluidos) y la papeleta de voto nulo que el autor ejerció su derecho al voto en las elecciones al Parlamento catalán en 2010, en la que con una foto de José Tomás instrumentando un pavoroso estatuario, se puede leer, en catalán y en castellano, “Doy mi voto a la candidatura ¡Toros SÍ!”. El libro, como puede intuirse por la diversidad de propuestas, estilos y Anexos, no es homogéneo, pero resulta interesante, ilustrativo y enriquecedor, proponiendo no pocos elementos de reflexión y análisis.

En todo caso, para mí, lo más interesante de todo es un breve apartado de seis páginas en las que se contienen “Siete ideas para el futuro” que comparto casi al cien por cien y que, desde mi punto de vista, son absolutamente esenciales para encarar el futuro. Son reflexiones sobre “El repliegue artístico. Vuelta a las esencias a través del compromiso artístico”, en el que propone que los toreros vuelvan a pensar en lo sagrado de su profesión, se recupere la trascendencia, nos alejemos de la frivolidad y se cambie la cantidad por la calidad (“Cada corrida, cada feria debe ser un acontecimiento de toreo grande, de arte generador de emociones”). O sobre la “Gestión empresarial”, en la que critica los pliegos de condiciones de las plazas, la insistencia en los cánones y el uso de la gestión taurina para fines extrataurinos; aboga por una reducción drástica del número de festejos para llegar a un número sostenible económicamente, buscando la vía para producir festejos menores en pequeñas localidades. O sobre el “Reglamento”, insistiendo en la necesidad de un reglamento unificado. “Comunicación e imagen”, proponiendo un “lavado integral y en profundidad” de la información taurina en los medios audiovisuales y una reducción drástica de las transmisiones taurinas “hasta llegar a las tres o cuatro por año como máximo, concretadas en eventos de la máxima expectación y, a ser posible, en transmisión abierta realizada en función de lo que es la tauromaquia, huyendo del deporte, que es lo que se estila hoy”; es decir, poner en manos del cine (y no del deporte) la imagen de los toros. “El gremio”, proponiendo la creación de un lobby taurino que englobe los intereses del sector. Y, por último, “Cultura y educación” proponiendo exigir a las administraciones el apoyo a la tauromaquia como una actividad cultural de primer orden. Como digo, se puede estar de acuerdo en todo o no (particularmente tengo mis dudas al respecto de las retransmisiones taurinas, aunque entiendo perfectamente las razones y el propósito de Boix), pero, desde luego, no puede negarse un ápice la oportunidad y calidad de la reflexión. Este es el camino, y no las pataletas habituales.

Last, but not least, “Desde la Maestranza”, de Juan Manuel Albendea publicado en Guadalturia, es otro libro imprescindible. Albendea es diputado del PP por Sevilla y desde su escaño ha encabezado numerosas iniciativas a favor de la Fiesta, siempre ahogadas por las infantiles riñas partidistas. Pero Albendea ha sido también crítico taurino y es aficionado práctico. En “Desde la Maestranza” recopila diferentes escritos taurinos. Desde una brillante conferencia sobre lo que el Ministerio de Cultura puede hacer con las competencias taurinas, hasta crónicas de festejos en la Maestranza, otras reflexiones generales sobre el estado de la tauromaquia, semblanzas de toreros, necrológicas de gente del toro, “Impedimentos añejos” (La Iglesia católica y los toros; Mujeres toreras), la Monarquía y los toros o un entrañable relato taurino (“Un día de toros”). Albendea es un magnífico aficionado, un crítico riguroso y un lúcido analista de la tauromaquia. Como he advertido en el caso de Boix, hay cuestiones sobre las que no comparto absolutamente su criterio, pero me parece que su reflexión en perfectamente lúcida, argumentada y pertinente. Son estos los caminos del debate. Y gente de este nivel la que debe encabezarlos.

sábado, 25 de junio de 2011

Apuntes casi olvidados

Aunque la Feria de San Isidro y su apéndice del aniversario (Beneficencia incluida) andan ya casi olvidados, no quiero dejar de apuntar una breve impresión de los festejos a los que puede acudir a partir del día 25 (los anteriores han quedado ya reseñados, con mayor o menor fortuna).

El día 25, la corrida de Alcurrucén salió mala en general, pero, a cambio, echó un segundo toro excepcional: “Arrestado”, un toro realmente bueno para la muleta, bravo, codicioso y repetidor. Castella le hizo una buena faena, pero sin estar a la altura de la embestida del animal. Era toro de triunfo grande y la faena quedó en una merecida oreja. Con el otro, Castella estuvo dispuesto, pero su oponente no le dio opciones. Joselito Adame confirmó alternativa con una gran disposición en sus dos oponentes y algún apunte de buen toreo, pero sin llegar a rematar por el poco juego de los animales. Tampoco tuvo suerte Perera en el sorteo, pero, además, se le vio con más empeño que claridad, y con una preocupante falta de puntería con los aceros.

El 26, otra corrida de Núñez, versión El Cortijillo. Y tampoco ayudó nada. Todos esperábamos que después de los fríos comienzos de estos toros, acabaran rompiendo. Pero no fue así. Quizá sólo el segundo, que le tocó a Morenito de Aranda, que tuvo con él momentos de buen toreo al comienzo de una faena a menos y rematada malamente con la espada. Fuera de eso, ni Urdiales (con mucha voluntad), ni Tendero (con evidente falta de oficio) pudieron hacer nada.

Los toros de Samuel Flores el domingo 29 fueron grandes, muy grandes, y con unos pitones infinitos; pero también mansos, muy mansos. Frente a ellos, Padilla tiró de oficio, sin posibilidad de lucimiento alguno. Ferrera demostró una voluntad sin límites y pudo lucirse en un emocionantísimo tercio de banderillas en el quinto (sobrero de Los Chospes). César Jiménez estuvo muy serio y dispuesto toda la tarde, dejando algunos apuntes de buen toreo, especialmente en alguna serie al tercero y en un muy buen quite al quinto, con chicuelinas, improvisado farol y revolera.

El día 1, la corrida de Palha salió mala, malísima. Fea, mal presentada y de un comportamiento infecto. Nada que ver con lo que debe ser un toro bravo. Frente a tales regalitos, Bolívar estuvo serio y pidió a los picadores que trataran de lucir a los toros y ejecutar con especial dedicación la suerte de varas; pero los toros no tenían la bravura precisa para que aquello cuajara del todo. Hubo ciertos apuntes de interés, pero sin rematarse. Con la muleta, imposible cualquier atisbo de belleza. Salvador Cortés tampoco pudo hacer nada ni con el sobrero de Carmen Segovia ni con el mulo de 650 kilos que le correspondió en quinto lugar. Y David Mora apuntó su disposición y esfuerzo frente a otro lote imposible. Corrida larga, mala y aburrida.

La corrida de Cuadri del día 2 fue mansa sin paliativos, a excepción de un muy buen quinto toro. Debo reconocer que no entiendo a quienes han aplaudido esta corrida, insistiendo en que todos los toros tienen su lidia y señalando que los de esta tarde fueron toros “con interés”. A mi juicio, la corrida fue mansa y careció completamente de clase, a excepción del indicado quinto. Es cierto que fueron duros de patas y que la gente no se aburrió, pero el peligro siempre presente provenía de una clara mansedumbre y falta e clase, no de la bravura y la nobleza, que son, a mi juicio, las virtudes de las que debe provenir la emoción. Frente a estos animales, Fundi hizo lo que pudo, aunque con menor convicción y oficio que otras veces. Alberto Aguilar puso muchas más ganas que técnica y sufrió un par de feas volteretas. Fandiño, por su parte, tuvo una tarde muy seria. La plaza de Las Ventas está con él, pero él también pone todo de su parte. A mi juicio, no estuvo del todo a la altura del quinto, pero es cierto que hubo momentos de buen toreo. Habrá que verle más, para ver si de ese interés y triunfo de una oreja se pasa a la rotundidad clamorosa de las dos orejas.

Lo de la corrida de Beneficencia el día 8 fue la constatación de cómo los prejuicios de una parte del público de Las Ventas puede arruinar para todos una tarde. El Juli en el tercero hizo una faena de auténtico maestro, enseñando a embestir a un toro a base de temple, de lograr que no le tocara ni una vez la muleta, llevándole, pudiéndole, para acabar sacando dos o tres series impresionantes que nadie hubiera podido imaginar que aquel toro tuviera. Mató mal, muy mal. Pero eso no empaña una faena que demuestra una afición, un saber hacer y una responsabilidad muy poco comunes. Juan Mora dejó apuntes de su añeja torería, sin acabar de rematar ninguno de los dos toros. Y Morante dejó también algún momento de inspiración, aunque mucho nos tememos que este año le cuesta mucho más confiarse y demostrar la rotundidad a la que estábamos acostumbrados en las dos últimas temporadas.

El día 11, Abellán sufrió una fea cornada en la boca después de una faena con voluntad a un animal soso. Luque no tuvo opción de ningún tipo con dos toros flojos y protestados. Y Fandi puso todo de su parte para agradar, pero hay quienes no aceptan una personalidad como la suya, o que sea el líder del escalafón sin el beneplácito de no sé qué tendido. Demostró un oficio enorme, momentos importantes con el capote, algunos pares de banderillas plenos de facultades y emoción y series aseadas con la muleta. En alguno de sus toros hubo una lidia completa, desde la salida del toro hasta su muerte. Podrá gustar más o menos su estética, pero no es irrelevante que el torero se preocupe de que el público disfrute con todos los tercios (mucho más que lo que lo hacen algunos de los consentidos de la supuesta afición).

Y así acabó un mes de toros donde los triunfos estuvieron, en gran medida, en aquellas tardes en las era previsible. Manzanares, Talavante y Juli han demostrado ser los que mandan. Y César Jiménez, Fandiño y David Mora (este por su faena hace una semana), reivindican un mayor sitio en las ferias.

De los toros, los veterinarios nos han hurtado la posibilidad de ver algunas ganadería y toros que hubieran sido de interés. Las tardes toristas han demostrado que esas ganaderías no están en buen momento (excepción hecha de un toro de Cuadri). De Alcurrucén y El Cortijillo se ha salvado un toro. Y la corrida más completa ha sido la de Juan Pedro Domecq. Toda una lección.