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jueves, 22 de septiembre de 2011

¿Sevilla o Barcelona?

Este fin de semana, si nada lo remedia, será el último con toros en Barcelona. El cartel del sábado tiene un interés extraordinario (Morante, Juli y Manzanares con toros de Cuvillo es lo mejor que se puede ver este año) y el del domingo, además de Mora, JT y Serafín Marín, el morbo de presenciar en directo el cierre del chiringuito.

Los hoteles se están haciendo de oro con precios desorbitados y la ciudad acogerá, quizá por última vez, la peregrinación de los aficionados taurinos. Ellos se lo pierden.

Unos pocos desde el sectarismo se han empeñado en hacer esa ciudad cada vez más provinciana y cateta. Y de su cosmopolitismo van quedando sólo los restos de un siglo XX en los que (a ratos) dio lecciones de modernidad. Cuanta más autonomía ha tenido, peor la ha utilizado. Cuando han podido demostrar cómo querían ser, lo han hecho sin tapujos: todos iguales, recortando los derechos y las libertades de quienes no querían hablar como la mayoría, sentir lo que la mayoría y disfrutar como la mayoría. Esto de que la mayoría no sólo gobierne, sino que pretenda adoctrinar a los restantes y prohibir los modos de actuar de las minorías ya sabemos como acaban. Ellos, como debe ser que sólo estudian en las escuelas el Decreto de Nueva Planta y no la historia europea del Siglo XX, parece que se les ha olvidado.

A la vez, se celebra la Feria de San Miguel. Y con ella, el Tercer Tercio de los Encuentros de Derecho Taurino, bajo el auspicio del Colegio de Abogados de Sevilla. Con participación de insignes juristas de España y Francia. Para vernos, debatir y disfrutar. Como lo hicimos en Nimes y en Madrid.

Es una pequeña diferencia. Restringir libertades e imponer pensamientos o permitir que cada cual disfrute como guste desde la diversidad.

Por eso no iré esta vez a Barcelona. Desde Sevilla, mi corazón estará con aquellos a quienes les están robando su afición. No tanto con quienes van una vez de año en año en el AVE o en el Puente Aéreo, sino sobre todo con quienes han disfrutado de la Tauromaquia con los suyos desde pequeños y ahora se convierten en excluidos de la sociedad por no sé qué razones de estos macarras de la moral (Serrat dixit). O quienes, jóvenes aun, han descubierto un sentimiento y un disfrute noble que ahora convierten en ilegal los que trasladan al BOE (o al Diario Oficial) sus creencias (después de censurar a otros que pretenden hacerlo para salvar la vida humana desde su concepción).

Desde Sevilla, disfrutaré en La Maestranza como templo de la belleza, y en la calle Betis desde ese cosmopolitismo que da la hondura de lo más racial. Y en Jerez, reconociendo nuevamente a quienes han hecho de la promoción del toro de lidia (de su verdadera defensa, la que es coherente con su naturaleza) su vida.

Si a alguien, hace quince o veinte años, hace sesenta u ochenta, se le hubiera sugerido que era Sevilla (más que Barcelona) la que defendía la libertad y el cosmopolitismo, se hubiera quedado extrañado. Este fin de semana, lo que sucede en ambas ciudades es el reflejo más profundo de que es así. Una ciudad cada vez más abierta, más libre y más humana. La otra, más rancia, más provinciana y más sectaria.

Ustedes verán.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Ratón

Como contrapunto al glamour rondeño, este artículo de Andrés Trapiello sobre las capeas.

Quizá resulte polémico.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Ronda (3 de septiembre de 2011) - El toreo es Fiesta

La Goyesca de Ronda es mucho más que una corrida de toros. Y está bien que sea así. Que la Fiesta se imbrique en la sociedad, en sus artistas, en sus políticos, en la propia gente del toro, e incluso en los protagonistas de las revistas del corazón (que, un día al año, hacen algo de interés).

La celebración de la Goyesca transforma por entero Ronda durante un día. Atrae a gente de todo el mundo y llena hoteles y restaurantes, que preparan para la ocasión contundentes Menús Rondeños que simplifican la elección al comensal y agilizan la labor de la cocina y del servicio de sala.

La Goyesca aporta mucho a Ronda. Como lo hace su Feria a Olivenza al comienzo de temporada. O la Corrida de la Primavera a Brihuega. O tantas tardes de toros con carteles de interés a ciudades que se convierten en lugar de peregrinación de taurinos, curiosos y fauna diversa. La Tauromaquia es Fiesta y así hay que reconocerlo y vivirlo. Con espíritu de celebración y mente dispuesta al disfrute.

Eso no quiere decir que haya que renunciar a la exigencia, a cualquier exigencia. Pero sí que la exigencia (cualquier exigencia) no puede ser el valor fundamental. Es imprescindible que salga un toro con presencia acorde con la categoría de la plaza Y que lo que suceda en el ruedo sea toreo cabal, rotundo.

Y este año, en Ronda, se combinaron todos los elementos para pasar un día excelente. Para disfrutar del paseo matutino viendo cómo el centro se va llenando de gente diversa. Para saludar a aficionados a los que uno encuentra de plaza en plaza, y también a colegas o compañeros de los que uno desconocía esta secreta afición. Para tomar primero una cerveza viendo la serranía y degustar luego uno de esos pantagruélicos Menús Rondeños. Para entrar en la plaza perplejo contemplando cómo puede haber tanta gente que hace cola durante horas para ver de cerca a un famoso o famosillo y grita desaforado cuando cree imaginarlo en medio de la turbamulta.

Pero también para que luego, una vez acomodado en la plaza, se pudiera degustar el buen toreo. El que hunde una parte sustancial de sus raíces en ese Pedro Romero al que esta corrida homenajea. Hay que decir, lo primero, que la Plaza está primorosa, que las reformas no le han hecho perder un ápice de su encanto y, sin embargo, hay una comodidad en los accesos y en los asientos que ya quisieran plazas con una cuarta parte de sus años.

Y hay que decir también que la corrida de Núñez del Cuvillo fue una corrida variada y con interés. Los que conocen al ganadero dicen que, casi siempre, echa tres toros en los que confía de verdad y otros tres de menor puntuación. Y que con eso se asegura que al menos un par de toros embistan. Además, ha alcanzado un punto de equilibrio en el que la nobleza se ha aderezado con ciertas dosis de picante. Por eso, a veces los toros no permiten el triunfo o exigen un esfuerzo adicional de los diestros. Pero también por eso hay mayor transmisión y calado en las faenas a sus toros. En esta tarde, fueron buenos y con transmisión el cuarto y el sobrero-bis, bueno aunque con algo menos de picante el sexto, dieron posibilidades primero y tercero y lo pusieron complicado el segundo y el quinto.

Con este material el Juli volvió a demostrar su magisterio y su pundonor con ambos oponentes, pero de manera especial con el interesante cuarto, al que realizó una faena prodigiosa, marca de la casa, donde fue haciendo las cosas cada vez mejor hasta romperse en algunas tandas de verdadera hondura y poderío. Una pena que no ande fino con la espada y que además de pinchar en algunas ocasiones, en otras deje la estocada demasiado trasera. Pero salvo esto, es un gusto su variedad con el capote, su técnica y su entrega con la muleta.

Manzanares no pudo hacer casi nada con los dos peores toros del encierro (segundo y quinto). Puso empeño, pero se topó con animales que no ayudaban lo más mínimo. Pidió el sobrero, que se lastimó al poco de salir al ruedo. Pero se desquitó con el sobrero-bis, un animal que le permitió desplegar su torero pleno de torería y estética. Muy bien con ambas manos, pausado, muy torero, llevando al animal toreado desde el inicio de cada muletazo hasta los remates, con una cintura y una muñeca prodigiosas. Hondura y empaque con ambas manos y gracia torera en los remates. Al final, una estocada recibiendo culminó una faena de cante grande.

Cayetano reaparecía y los primeros comentarios fueron al traje, diseñado, decían, por la Duquesa de Alba. No sé si lo habría diseñado, o en qué medida lo había hecho, pero lo cierto el que el traje era elegante y torero a partes iguales. Muy buena elección. Por lo demás, a Cayetano no se le notó apenas que llevaba más de un mes sin torear. Pero sí que su toreo no tiene siempre la intensidad del de los maestros. Toreó bien con el capote en un quite y dejó algún natural con garbo. Lo mejor, a mi gusto, un par de pases de pecho en el primero y el toreo ayudado a dos manos en el comienzo de faena al segundo. Por lo demás, se limitó casi siempre a acompañar la embestida del toro en vez de guiarla y poderle. En todo caso, es una buena noticia que haya vuelto a los ruedos.

Al final, disfrutamos de un día grande. Por la ciudad, por la compañía (gracias, nuevamente, a Aurelio, a Alicia y a Juan) y porque hubo toros y toreros. La Tauromaquia es Fiesta. Así hay que vivirla. Eso no quita rigor, pero sí desdramatiza. No hay que ir a examinar a nadie, ni sospechar de cualquiera que cría toros o que se pone delante de ellos. Hay que disfrutar. Y puede hacerse. Como en Ronda, como en Olivenza, como en Valencia, como en Sevilla, como en tantas y tantas plazas que han ido conformando esta temporada que comienza a declinar.