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sábado, 15 de junio de 2013

Resumen personal, ideológico y sesgado de San Isidro 2013 - 2 De toreros y de toros

Ya explicábamos hace unos días cómo la Feria de San Isidro estaba llena de condicionantes que incidían de forma directa en lo que sucedía en el ruedo. Pero, al fin y a la postre, es eso, lo que sucede entre el toro y el torero, lo único que realmente importa. Lo que hace único a la Fiesta, lo que nos lleva un día tras otro, porque si en algún momento surge el milagro, es único, excepcional.

Y eso es, precisamente, lo que ha faltado este San Isidro. Ha habido buenos momentos de toreo (en seguida vamos a ello) pero no ha habido ninguna faena de la que seguiremos hablando dentro de dos, cinco o quince años. No ha habido nada como lo de la confirmación de Aparicio, como aquel toreo de capote de Morante a un toro de Juan Pedro, como José Tomás un 5 de junio o la tarde de su primera salida a hombros, como aquel César Rincón del noventa y uno, como las faenas a Beato, a Cantapájaros, a Bastonito,… Madrid es enorme porque ha visto faenas como esas. Y en este San Isidro no hay nada igual que recordar.

Quizá lo más parecido fue la vuelta al ruedo de la cuadrilla de Castaño, que sin duda es un acontecimiento histórico. El asunto ha ocupado bastantes minutos en medios generalistas (ayer mismo, en el informativo de las nueve de la tarde en Antena 3) y eso es ya un triunfo. En las redes sociales y los medios taurinos se ha dicho de todo, a favor y en contra de la vuelta al ruedo antes de que se iniciara la faena de muleta. No creo que ese debate sea muy relevante. Lo sustancial es que la lidia de los cuatro toros que correspondió a esa cuadrilla fue realmente brillante y ejemplar. Y que eso llevó a la plaza a un momento de gran emoción después de las banderillas del último de los cuatro toros, algo que no tiene precio. Una pena que no todas las cuadrillas tengan el mismo sentido de la lidia y que no todos los matadores incentiven la brillantez en todos los tercios.

En las faenas de los de a pie ha habido cosas importantes, aun sin llegar al nivel que las hagan ser recordadas a lo largo de los años. Hemos visto detalles de Talavante frente a los victorinos (aunque la tarde no tuvo el nivel que se esperaba) y una faena más compacta algunos días después que le valió la única Puerta Grande para un torero de a pie. También detalles de Castella y Manzanares esa tarde, que fue, al cabo, la más redonda de la Feria (también la primera en la que se acabaron las entradas lo cual, probablemente, no es casualidad).

Perera ha estado a un gran nivel. Puede dar grandes tardes de toros este año. Fandiño ha pagado con sangre su entrega después de torear realmente bien. Nos quedamos con ganas de verle más veces. Ferrera también ha evolucionado mucho y ha dejado momentos importantes, aunque en algunos momentos la lidia se hizo un punto lenta. Aguilar ha estado muy serio. Teruel mostró detalles de clasicismo, aunque para mí sigue siendo una incógnita. Y Uceda volvió a demostrar que tiene una clase excepcional pero, como siempre, sigue sin creérselo del todo, sin apostar de forma rotunda; una pena.

Mención aparte, siempre es así, merece Morante. Que está en un año de gracia creo que no hay duda (véase Córdoba o Istres). En Madrid este año había hecho una apuesta muy fuerte pero no ha podido darse el triunfo que espera con tanto ahínco como la afición. Aun así, he de reconocer que me encantó en el último toro que lidió el día de la Beneficencia: la primera serie de la faena de muleta fue majestuosa y el final de la lidia con ayudados por bajo rodilla en tierra rezumaron toda la torería rondeña y sevillana. Habrá tiempo de verle en Valencia, Huelva, El Puerto, Ronda,… Seguro que coincidimos en momentos de inspiración y gloria.

Los mejicanos, por su parte, han dado un golpe de atención. A menos Juan Pablo Sánchez, bien Silveti y Sergio Flores y muy importante Joselito Adame, a quien deberían abrírsele más huecos en las ferias.

Respecto a los toros, la corrida más completa fue, a mi juicio, la de Victoriano del Río, lo cual demuestra que el problema no es que haya un encaste, o dos o veinticinco, sino que las ganaderías estén en buen momentos y que los ganaderos sepan lo que tienen. La de Adolfo fue una corrida encastada pero no llegó con bravura y nobleza a la muleta. Interesante la de Bohórquez, que refrenda que Murube sirve también para toreo a pie. Victorino no echó una buena corrida el día de Talavante, aunque el viento condicionó de forma importante la lidia de algunos. Ha habido también toros sueltos de otras ganaderías que hubieran permitido faenas de más importancia que las que vimos.

Ha acabado, en fin, un San Isidro más. Con cosas importantes pero sin faenas que perduren en la memoria. Una feria, además, que obligaría a plantearse muchas cosas en relación con la asistencia de la gente a la plaza, el comportamiento en el tendido, la presentación de los toros, el viento, a qué debe llamarse exigencia,… Mucho para pensar si hubiera, en los gestores, quien quisiera empezar a marcar las pautas del futuro en vez de comenzar a entonar la Misa de Requiem.

sábado, 1 de junio de 2013

Resumen personal, ideológico y sesgado de San Isidro 2013 (I) - Los condicionantes – una crítica


Esta tarde se cierra la Feria de San Isidro 2013. Aunque la próxima semana seguirá habiendo festejos (de especial interés el de la Beneficencia), el ciclo isidril como tal concluye hoy y comienza la hora de las conclusiones y las críticas. Por si acaso alguien quisiera tratar de impulsar lo que debería ser la muestra mejor del toreo, algo de lo que, como es evidente, se encuentra completamente alejado.

Como aun quedan por salir seis toros y su lidia puede dar motivos para la esperanza y el comentario, nos limitaremos en esta entrada a los condicionantes de lo que sucede en el ruedo (en los próximos días, cuando haya concluido realmente el serial, expondremos cómo hemos visto lo que ha sucedido en la arena). Y es que, en Madrid, lo que sucede en el exterior, en el tendido, en el tiempo, en los corrales, en los despachos, es absolutamente relevante. Y muchas veces para mal.

Lo primero es el recinto. La plaza es de una belleza singular y los accesos, lugares para el tránsito y demás son muy aceptables. Pero es inadmisible el modo en que la climatología condiciona lo que pasa en la arena. Un tiempo tan desapacible como el de estas tres semanas ha puesto en evidencia la necesidad de tomar medidas. Se llamará cubierta o se llamará como quiera que se llame. Pero no puede ser que haya tantas faenas en las que no se puede lidiar en el lugar adecuado por el viento, en las que hay riesgos graves para los toreros o en las que la gente abandona masivamente los tendidos por el granizo, el agua y el frío. Un espectáculo de primer nivel (o una celebración, o un rito, llámenlo como quieran, a estos efectos) no puede estar tan condicionado por el tiempo en los años en los que estamos. Ni en una época de deserción de las plazas puede obligarse al público (que es mucho más numeroso que los aficionados) a soportar la mundial mientras “the show must go on”.

Lo segundo es el comportamiento incívico e irracional de unos pocos en los tendidos y en las gradas. Es evidente que uno puede mostrar su disconformidad con algo que sucede en el ruedo, pero no puede ir predispuesto a ello (léase pancartas y pañuelos verdes), hacerlo de forma extemporánea (léase “ese toro se va sin torear” previo a una cornada) o corearlo venga o no a cuento (léase “picador qué malo eres”). Por no insistir en la evidente falta de ecuanimidad y de rasero común. Sin duda que uno puede tener sus toreros y ganaderos preferidos. Y que está en su derecho a aplaudirlos cuando no están bien y a comprenderlos cuando dan el petardo. Pero precisamente por eso habría que ser algo más condescendientes cuando el que no está bien o da el petardo es alguien a quien se tiene inquina. Todo ello, suponiendo que sean conscientes de cuándo sucede una y otra cosa.

Otro elemento previo fundamental es la presentación y selección de los toros que van a lidiarse. Afortunadamente, vivimos años en los que embisten muchos más toros (incluso en Madrid) que hace veinte o veinticinco años. Y el número de los que hay que devolver ha disminuido drásticamente. Pero el animal que sale por chiqueros en Las Ventas sigue siendo una versión bastante peculiar de lo que es el toro de lidia. Es mucho más pesado, voluminoso y cornalón de lo que es el tipo habitual del bóvido criado para el toreo. Y eso hace que su comportamiento (sus “prestaciones”) se acomoden también en escasa medida a lo que corresponde a esta raza única en el mundo.

Soy consciente de que además de los kilos y de que se elija la cabeza de camada hay una alarmante pérdida de casta de bravura generalizada en la cabaña brava. Y creo que todos debemos insistir en que sin movilidad y picante es difícil sostener la emoción en la tauromaquia. Pero es eso, la movilidad y la casta, lo que habría que buscar. Y dejarse de una concepción del “trapío” descabellada, ridícula y que ha sido la causante de que se haya perdido la enorme variedad de encaste por la que ahora claman los que la han exterminado.

Otros elementos menores, pero en los que hay que seguir insistiendo son en la indecencia que supone que el torilero y el chulo de banderillas vistan de luces y en lo mal que suena la charanga (perdón “bandita de música”), que una cosa es que no toque durante las faenas y otra que cuando suena entre toro y toro contravenga simultáneamente todas las reglas del ritmo y la melodía.

Respecto a los toreros hay algo que no puedo soportar y es el “brindis al micrófono” y las declaraciones después de la lidia de cada toro. Agradezco mucho la labor que hace Canal + Toros y creo que la difusión es buena para la fiesta, aunque cada torero es libre para decidir si se deben televisar o no sus actuaciones y en qué condiciones. Pero la cámara debe recoger lo que sucede, no intervenir en el devenir de lo que pasa. Debería ser (y perdón por la comparación) como un “voyeur”, que mira sin ser visto. El torero tiene que conectar con quienes están en la plaza y para eso tiene que hacerlo con gestos y discursos sin palabras. Con la televisión se han perdido muchos brindis al cielo, o brindis íntimos,… Todo se pretende para la pequeña pantalla. Y pierde la grandeza del rito.

Por último, es especialmente de agradecer la intensa vida cultural que en estos días tiene lugar en las dos salas de la plaza (Bienvenida y Cossío), con presentaciones de libros, jornadas y conferencias y las exposiciones que pueden verse en distintas zonas de la plaza. El siguiente paso sería tratar de que todo ello llegara algo más a quienes no son aficionados. Queda un importante camino por recorrer para que durante una o dos semanas todo Madrid hable de toros. Es un empeño difícil, pero en el que hay que poner todo el esfuerzo que haga falta. Porque en ello nos jugamos el futuro.